27/11/13

SUBE HACIA LA MONTAÑA

Al hombre le agrada mirar las montañas, las colinas, la cordillera.
En nuestro país existe una inmensa cordillera que es posible observar desde cualquier punto de la ciudad.
Es imponente.
Siempre está ahí como una enorme pared infranqueable.
Es enorme y hermosa.
Siempre exhibiendo sus cumbres nevadas y su plena majestuosidad. Es algo fascinante para los turistas quienes al mirar hacia el oriente se encuentran con esta belleza natural.
Forma parte de todos nosotros y en las mañanas de invierno luego de la lluvia amanece con todo su esplendor.
Lo que quiero expresar es que nos gusta mirar hacia lo alto, hacia los que nos conecta con la altura, con el cielo, con el universo, con Dios
Y esto es tan real para todos.
No olvides que Jesús hizo su sermón a los pies de una montaña.
Es más, todas las religiones tienen un encuentro de inicio con Dios en una montaña.
Es pues la montaña la referencia más cercana que tenemos de la altura.
Y no son muchos los que suben hacia la montaña.

Nosotros nos movemos y caminamos en la ciudad, vamos y venimos por las calles y avenidas teniendo casi siempre la misma línea de horizonte.
Es nuestra mirada de la gente del mundo y de los acontecimientos.
Que interesante es esto porque tiene similitud con nuestra vida y con nuestras emociones sentimientos  y experiencias.
En general miramos la vida desde abajo.
Imagina que vives en una aldea y cerca de ella existe una gran montaña algo inaccesible.
Los habitantes de la aldea se mueven en la planicie y allí realizan sus actividades cotidianas.
Miran hacia la montaña pero ya saben que habría muchas dificultades para subir hasta su cima.
No imaginan como se verá la aldea desde la altura.
Pero un día alguien un poco loco, se encamina de mañana, hacia el camino que lleva hacia la montaña, dispuesto a subir.
Como es de suponer, los aldeanos le miran con una cierta curiosidad e indiferencia, pensando algo así como que cada uno es dueño de hacer lo que quiera.
El hombre camina hacia la montaña y comienza a  subir buscando un sendero que le permita ir ascendiendo.
Ya a cierta altura contempla el paisaje y se da cuenta de lo pequeña que es la aldea, casi puedo observarla completamente mirando en forma periférica y las casas de la vecindad dejan ver los colores de los tejados.
Se perciben las calles que parecen rectas pero que no lo son.
La vegetación imperceptible para los que están allá bajo casi cubre la totalidad de los rincones y el paisaje tiene muchos tonos de verdes.
Mirando desde cierto nivel ya puede ver su casa y es muy pequeña, se pueden observar algunos vehículos pero las personas ya no son visibles. Han empequeñecido.
La perspectiva de la aldea y de la vida adquiere una nueva fisonomía. Desde arriba todo es diferente, todo lo que está abajo parece ser más pequeño y el espacio celeste se proyecta aún más inmenso.
Desde la altura puedes  ir y venir con tu vista por el camino central de la aldea.
Es mucho más pequeño de lo que parece y el tramo del recorrido lo haces en un segundo.
Si esté hombre sigue escalando, su óptica será cada vez más diferente porque incluso podrá contemplar  la curvatura de la tierra.

Así es también nuestra vida y la intimidad de nuestros conocimientos.
Así son nuestras emociones, nuestros mitos y creencias.
Si no te elevas difícilmente podrás conocer lo que en realidad somos.
Si no te elevas te parecerá que el ir y venir cotidiano es solamente eso.
Te levantas cada mañana y haces lo tuyo, te alimentas y caminas, tienes un pequeño círculo de personas que te ubican y te saludan.
Estás junto a los tuyos y convives por algunos años.
Es tu pequeña aldea.
Y al igual como sus habitantes, pensarás que la vida es sólo eso.
Y ves una montaña tan inmensa e inaccesible que ni siquiera intentarías subirla.
Así es nuestra existencia, algo absurda banal e inexplorada.
No debes esperar por lo tanto que sea otro el que se eleve y pueda mirar otra dimensión.
Puedes ser tú el que explore la montaña.
Debes ir al interior de tu ser, de tu yo y dejar que tu espíritu, tu mente se eleve y logre alcanzar la paz. La misma paz que hay allá arriba mientras la brisa toca tu cara y miras sin prisa, el nuevo paisaje que has descubierto.
En nuestra mente ir hacia arriba , es ir hacia tu interior.
No puedes ascender mucho, es un proceso lento y permanente, requiere paciencia y la persistencia en tu decisión.
Lo más interesante de todo es que estarás solo, pero conectado a la inmensidad, conectado al cosmos, conectado a Dios y conectado a ti mismo.
La vida y la existencia es preciso mirarlas desde arriba.
Serás el mismo, pero observarás desde lo alto.
Y lo más interesante de todo, podrás darte cuenta que más allá de la aldea pareciera que hay paisajes diferentes.

Espera en silencio, entra en ti y sube hacia la montaña.

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