Al hombre
le agrada mirar las montañas, las colinas, la cordillera.
En nuestro
país existe una inmensa cordillera que es posible observar desde cualquier
punto de la ciudad.
Es
imponente.
Siempre
está ahí como una enorme pared infranqueable.
Es enorme y
hermosa.
Siempre
exhibiendo sus cumbres nevadas y su plena majestuosidad. Es algo fascinante
para los turistas quienes al mirar hacia el oriente se encuentran con esta
belleza natural.
Forma parte
de todos nosotros y en las mañanas de invierno luego de la lluvia amanece con
todo su esplendor.
Lo que
quiero expresar es que nos gusta mirar hacia lo alto, hacia los que nos conecta
con la altura, con el cielo, con el universo, con Dios
Y esto es
tan real para todos.
No olvides
que Jesús hizo su sermón a los pies de una montaña.
Es más,
todas las religiones tienen un encuentro de inicio con Dios en una montaña.
Es pues la
montaña la referencia más cercana que tenemos de la altura.
Y no son
muchos los que suben hacia la montaña.
Nosotros
nos movemos y caminamos en la ciudad, vamos y venimos por las calles y avenidas
teniendo casi siempre la misma línea de horizonte.
Es nuestra
mirada de la gente del mundo y de los acontecimientos.
Que
interesante es esto porque tiene similitud con nuestra vida y con nuestras
emociones sentimientos y experiencias.
En general
miramos la vida desde abajo.
Imagina que
vives en una aldea y cerca de ella existe una gran montaña algo inaccesible.
Los
habitantes de la aldea se mueven en la planicie y allí realizan sus actividades
cotidianas.
Miran hacia
la montaña pero ya saben que habría muchas dificultades para subir hasta su
cima.
No imaginan
como se verá la aldea desde la altura.
Pero un día
alguien un poco loco, se encamina de mañana, hacia el camino que lleva hacia la
montaña, dispuesto a subir.
Como es de
suponer, los aldeanos le miran con una cierta curiosidad e indiferencia,
pensando algo así como que cada uno es dueño de hacer lo que quiera.
El hombre
camina hacia la montaña y comienza a
subir buscando un sendero que le permita ir ascendiendo.
Ya a cierta
altura contempla el paisaje y se da cuenta de lo pequeña que es la aldea, casi
puedo observarla completamente mirando en forma periférica y las casas de la
vecindad dejan ver los colores de los tejados.
Se perciben
las calles que parecen rectas pero que no lo son.
La
vegetación imperceptible para los que están allá bajo casi cubre la totalidad
de los rincones y el paisaje tiene muchos tonos de verdes.
Mirando
desde cierto nivel ya puede ver su casa y es muy pequeña, se pueden observar
algunos vehículos pero las personas ya no son visibles. Han empequeñecido.
La
perspectiva de la aldea y de la vida adquiere una nueva fisonomía. Desde arriba
todo es diferente, todo lo que está abajo parece ser más pequeño y el espacio
celeste se proyecta aún más inmenso.
Desde la
altura puedes ir y venir con tu vista
por el camino central de la aldea.
Es mucho
más pequeño de lo que parece y el tramo del recorrido lo haces en un segundo.
Si esté
hombre sigue escalando, su óptica será cada vez más diferente porque incluso
podrá contemplar la curvatura de la
tierra.
Así es
también nuestra vida y la intimidad de nuestros conocimientos.
Así son
nuestras emociones, nuestros mitos y creencias.
Si no te
elevas difícilmente podrás conocer lo que en realidad somos.
Si no te
elevas te parecerá que el ir y venir cotidiano es solamente eso.
Te levantas
cada mañana y haces lo tuyo, te alimentas y caminas, tienes un pequeño círculo
de personas que te ubican y te saludan.
Estás junto
a los tuyos y convives por algunos años.
Es tu
pequeña aldea.
Y al igual
como sus habitantes, pensarás que la vida es sólo eso.
Y ves una
montaña tan inmensa e inaccesible que ni siquiera intentarías subirla.
Así es
nuestra existencia, algo absurda banal e inexplorada.
No debes
esperar por lo tanto que sea otro el que se eleve y pueda mirar otra dimensión.
Puedes ser
tú el que explore la montaña.
Debes ir al
interior de tu ser, de tu yo y dejar que tu espíritu, tu mente se eleve y logre
alcanzar la paz. La misma paz que hay allá arriba mientras la brisa toca tu
cara y miras sin prisa, el nuevo paisaje que has descubierto.
En nuestra
mente ir hacia arriba , es ir hacia tu interior.
No puedes
ascender mucho, es un proceso lento y permanente, requiere paciencia y la
persistencia en tu decisión.
Lo más
interesante de todo es que estarás solo, pero conectado a la inmensidad,
conectado al cosmos, conectado a Dios y conectado a ti mismo.
La vida y
la existencia es preciso mirarlas desde arriba.
Serás el
mismo, pero observarás desde lo alto.
Y lo más
interesante de todo, podrás darte cuenta que más allá de la aldea pareciera que
hay paisajes diferentes.
Espera en
silencio, entra en ti y sube hacia la montaña.
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