En nuestro
interior hay siempre dos inquietudes y dos interrogantes: el futuro y el más
allá.
A modo de
concepto sólo diré que el más allá, hace referencia a lo que está
misteriosamente al término de la vida.
El tema
obviamente no es nuevo. Es la pregunta esencial que se ha hecho el hombre por
siglos y milenios:
¿Quién
soy?, ¿De dónde vengo?, ¿Adónde voy?
Es la
pregunta número tres.
¿Adónde
vamos?
Esto es:
¿Qué sucede con nosotros al morir?
Ya sabemos lo que ocurre, si estamos
sepultados bajo tierra. El cuerpo humano
al igual que todos los organismos vivos se descompone, lo que es un proceso
común en biología y química.
Esta
descomposición es la reducción de un organismo vivo a una forma más simple de
materia. Todos los seres vivos sufren las mismas etapas secuenciales de
descomposición, es un reciclaje permanente, es lo que se transforma en materia orgánica.
“Volverás
al polvo, porque del polvo fuiste tomado”.
Cincuenta
por ciento verdadero.
Todas las
religiones han intentado dar respuesta a
estas preguntas, sin embargo la pregunta sigue allí, porque lo que satisface a
una mentalidad no satisface a otra.
Los que
aseguran que existe la reencarnación es imposible que soporten la idea de que
los muertos resuciten.
Por el contario
los que aseguran que los cuerpos resucitarán, no aceptan de ningún modo la idea
de que los seres se reencarnan.
Y para ambos
la idea de convertirse en una de las estrellas del firmamento suena a lo
inimaginable, aunque no lo era tanto para los egipcios.
Otros han
afirmado que la muerte te conduce al lugar del no retorno.
Cielos,
infiernos, paraísos, nirvanas, millones de reencarnaciones, túneles de luz y
cánticos inefables o tinieblas, son lo que nos espera en el más allá.
Las
afirmaciones sobre el más allá completan libros y bibliotecas y siguen
sucediéndose nuevas teorías. Es que siempre habrá quienes estén interesados en
leer o escuchar, siempre en la espera, a ver si una respuesta me trae la
información la plenitud o la paz.
Porque sino
todo carece de sentido.
El más allá
es una obsesión y los grandes maestros del conocimiento te plantean verdades
casi indiscutibles, generalmente con una aureola de espiritualidad que obliga
al hombre a contemplarse malo o bueno. Siempre en virtud de algún esfuerzo.
La razón es simple. Nadie ha regresado del más
allá para contarlo. Al menos no una persona común, alguien que convive en
nuestra cotidianidad.
Y si es
incierto el más allá, tan incierto es el futuro, sólo que aparentemente se le
hace un guiño y se le mira de reojo. Es como el más allá pero algo de menor
intensidad.
Nadie ha
visto el futuro. Nadie vio terrenalmente el día de mañana. No se trata de un
problema físico, porque si nos trasladamos a la velocidad de la luz, de acuerdo
a la teoría de la relatividad podríamos ver el futuro. No se trata de un
problema físico porque de cualquier modo no lo veríamos en nuestra dimensión habitual.
Si estoy
leyendo una apasionante novela y el personaje me cautiva porque he visto su
evolución, podría saltarme varios capítulos e ir a las últimas páginas del
libro, frente a mí estaría el futuro de ese personaje. Conocería su futuro.
No se
produce ninguna alteración física en el tiempo. Todo está igual, sólo que ahora
yo conozco ese futuro.
Si estoy
mirando una película, la tecnología me permite adelantar las secuencias y ver
lo que le ocurrirá a los protagonistas. Tengo la posibilidad inequívoca de
entrar y conocer su futuro.
Pero la
cotidianidad no es ni novela ni película, aunque poéticamente esto suene bien.
La vida es
la historia individual de cada ser. La historia son las secuencias de una
existencia entre nosotros.
Tiene
pasado, tiene un presente, pero no tiene futuro.
Y todos nos
hemos equivocado respecto del futuro. Según la ciencia ficción de los años 60 o
70 por ejemplo, el futuro era un mundo robótico. Nada de eso ocurrió.
No hay
posibilidad para visualizar el futuro o el más allá.
Es curioso
pero el hombre ha creado toda una fantasía respecto del más allá. Todas las
religiones lo plantean y lo aseveran como verdad.
A ver quien
se atreve a decir lo contrario.
Y son todas
convincentes, especialmente para las almas atribuladas, para las almas
desconsoladas, porque aún la muerte sigue siendo un acontecimiento de enorme
tristeza.
He aquí que
en momentos de soledad, de mucho desconsuelo
por la perdida de un ser muy amado, un ser locuaz te puede llevar a los
abismos de la fantasía respecto de otro mundo que hay más allá del umbral de la
muerte.
Pero el
desconsuelo continúa. Señal de que no lo has creído.
En Chile
hubo un dramático accidente y murieron unas adolescentes. Sus padres
demostraban una gran calma y una seguridad contagiosa sobre el más allá, un
sitio donde se encontraban sus hijas.
Sin embargo al año siguiente estaban en el mismo lugar del accidente y el desconsuelo
era incontenible.
La muerte
es un paso, la muerte no existe, la muerte es sólo el umbral, la muerte es sólo
una vigilia, la muerte es un sueño, la muerte es un dormir, la muerte es el
inicio, la muerte es un cambio y así, las afirmaciones respecto de este
inevitable momento en todos los seres del planeta son casi infinitas.
Yo puse una
trampa al inicio. Yo sabía que el título te haría leer esto porque es como la
búsqueda eterna de la respuesta, lo que demuestra que la pregunta sigue formulándose,
aunque seas lo que seas desde el punto de vista intelectual, espiritual o
religioso.
Y caíste en
la trampa, no hay cuidado, que bueno que eso solamente lo sabemos tu y yo.
Yo no tengo
la respuesta. No sé que nos espera más allá.
He
adquirido información y conocimiento respecto de esto. He estudiado lo que nos
espera más allá, incluso lo he visualizado en el mundo etérico y onírico, pero
aún no hago ese tránsito, por lo tanto no puedo dar una respuesta definitiva.
Mi cuerpo
no ha muerto aún, mis células están activas.
Puedes
cerrar los ojos y ver la luz.
Pero algo
más cercano es el futuro. Hablo de esta semana, la próxima o tal vez el mes
entrante.
El futuro
no lo se y es tan simple como abrir la
novela un poco más adelante.
Soy el personaje y la trama está escrita sólo
que los protagonistas no lo saben. La mente del escritor la tiene definida, e
incluso la pueda alterar en el último momento, los que escriben guiones o
novelas saben de esto.
El futuro
es algo más cercano que el más allá, menos aventurero algo más evidente y de
algún modo temporal puedes tenerlo al alcance. Pero no tu propio futuro. No
tienes acceso a tu futuro.
Te pondré
un ejemplo sobre esto y verás como es posible adelantarnos en el futuro.
En Chile
hoy las carreteras son concesionadas, esto en términos simples significa que
son administradas por una grandísima empresa que sólo se dedica a ellas y por
tanto las puede optimizar. Son carreteras muy rápidas y fluidas, aunque a veces
eso no ocurra.
Imaginemos
que yo vengo de regreso a Santiago, vengo desde Rancagua a la velocidad normal
de estas carreteras, o sea 100-120 Km. /h
, vengo mirando la carretera pero también puedo observar lo que ocurre en la
carretera que va en sentido opuesto, o sea miro a intervalos los vehículos que
vienen en sentido contrario.
De pronto
en esa ruta a lo lejos diviso sirenas, balizas, y vehículos que deben disminuir
abruptamente la velocidad. Ha habido un accidente. Se inicia una congestión.
Sin embargo
yo no puedo detenerme y sólo de reojo veo que hay un gran accidente y continúo
mi ruta a gran velocidad hacia el norte, porque yo voy hacia el norte.
Teóricamente
digamos que yo vengo desde el futuro.
Los
vehículos que van hacia el sur 40, 50 o 100 kilómetros más
allá, no saben lo que ha ocurrido, están
aún en el pasado.
Yo estoy en
su futuro y se lo que les espera.
Cuando
avancen por la carretera inevitablemente tendrán que detener su marcha porque
hubo un gran accidente. Demorarán un tiempo impredecible en salir de allí.
Ellos aún
no divisan su futuro, es más, algunos irán absolutamente tranquilos porque han
calculado bien su recorrido, han planificado su trayecto.
No se las
historias de todos esos conductores y sin
embargo conozco su futuro, el futuro inmediato que les podría comunicar: “en
treinta minutos más o en una hora más te verás envuelto en un gran accidente y tu viaje será distinto”.
Te lo puedo
asegurar. Eso he visto en tu futuro.
Pero del
más allá no se nada.
Eso no lo
puedo hacer con el más allá. No tengo ninguna posibilidad. Porque el más allá
es sólo una carretera de ida. Todos transitamos en la misma dirección.
En el más
allá la novela y la película se acaban. Es el umbral del misterio.
Si alguien
tiene informaciones concretas y certeras sobre esto le rogaría que me ayudara.
Es la gran necesidad de todos los hombres y seres del planeta los que están hoy
y los que estuvieron desde siempre.
Sólo que
ahora tiene una connotación y una especial urgencia, porque la concepción y la
idea de la muerte se ha desterrado.
Pero la
ayuda que preciso es algo tan certero y tan preciso como lo que acabo de ver en
la carretera. No me sirve de mucho ni la fantasía, ni los sueños ni las divagaciones
ni la magia.
Pero le
facilitaré la misión.
Prefiero
escuchar lo que me reserva el futuro para mañana o para la próxima semana.
Incluso si alguien me anuncia lo que vendrá hacia mí en un mes, también me
sirve.
No es algo
extremadamente difícil.
No se cual
es el límite de la necedad para ambicionar algo así.
Lucho
contra un inmenso mito, porque por siempre escuchaste que hay pensamientos y
acciones necias y pensamientos y acciones sabias.
El más allá
creo que es algo de mayor complejidad y sin duda frente a eso, seremos mucho
más cautos y más escépticos.
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