Pareciera
que somos grandes seres, dotados de lenguaje, inteligencia, pensamiento,
organización y progreso.
De hecho,
de muy pequeños se nos habla de esto, de la gran capacidad del hombre y de la
creatividad sin límites que éste tiene para convivir en el planeta, de que
somos seres pensantes y que nos diferenciamos de los animales, que la capacidad
de progreso humano es casi infinito.
Eso es algo
aparente y sólo nos enclaustra en nuestro planeta y en un rincón de este, donde se desarrolla el
progreso y la organización.
Pero lo
real es que somos seres extremadamente débiles indefensos y vulnerables.
No sólo en
el aspecto de las diferencias individuales donde se manifiesta toda nuestra
bajeza y toda nuestra mezquindad.
¿Alguien
podría negar nuestro carácter de personas y seres que somos presa de la envidia,
de la maledicencia, de la perversidad, de la ira del rencor, del egoísmo y de
tantas conductas similares?
La historia
nos ha hecho grandes y casi invencibles, se nos ha despojado de toda esta
bajeza humana que nos acompaña los setenta u ochenta años que son los que la
vida nos permite convivir con los animales y las plantas.
Y somos
seres poderosos que según afirma la metafísica y la religión podríamos mover
montañas y cambiar las leyes y los estados naturales. La fe, se nos ha
enseñado, mueve las montañas, y la mente se nos ha transmitido, puede cambiarlo
y transformarlo todo.
Sin embargo
la corta historia humana de los últimos milenios ha ido de violencia en
violencia de guerra en guerra.
Poco
importa al cabo de algunos años los miles y millones de seres que por una u
otra causa han sido exterminados.
Ayer los
blancos cazaban y exterminaban a los negros.
La vida
continua se nos dice y hay que mirar el futuro.
Somos desde
el punto de vista de la organización política y social extremadamente volubles
y débiles porque, so pretexto de los enfoques y las filosofías de la vida,
ninguna tendencia ni postura de vida ha logrado sobrevivir.
Todo pasa
tan rápidamente como la vida.
Son interminables
las formas de vida y de organización que el hombre ha experimentado para tratar
de vivir con cierto equilibrio en este planeta y aún así, lo que se denomina
felicidad siempre está lejos.
La plenitud
del hombre siempre es utopía.
El bienestar
del hombre siempre ha sido algo relativo y en todas las generaciones hay
quienes han vivido en la opulencia y quienes han muerto en la miseria.
Somos seres
muy limitados y no tendríamos ninguna capacidad para reaccionar a amenazas mayores.
Fácilmente el descontrol se apodera de las personas y la seguridad que nos
brinda Dios, se desmorona como arena.
Hoy nuestra
civilización siente un orgullo particular, somos los habitantes del siglo XXI
que han irrumpido en el planeta acortando las distancias a segundos. Pareciera
que todo tiene respuesta y se nos dirá que el progreso una vez más no tiene
límites ni fronteras. La ciencia y la tecnología solo avanzan y van dejando una
estela de admiración y de sorpresa cada día. ¡Qué maravilla los avances de
nuestro siglo! Nada se compara a lo que la humanidad ha logrado en menos de un
siglo.
Sin embargo,
como nunca, surgen las desigualdades económicas y sociales. Algunos líderes
mundiales denuncian esto y todos nos consternamos por esta injusticia de la
vida, pero esta inmensa preocupación sólo nos dura unos segundos porque la vida
se ha construido de tal forma que nada parece ser importante.
Las
desigualdades son entre pueblos ciudades y países. Son inmensas, tan inmensas
como la civilización misma.
Las
informaciones de la TV
en este sentido, son dramáticas, pero sólo duran minutos o segundos porque
prontamente las noticias más importantes tienen que ver con otros aspectos de
la naturaleza humana.
La imagen
de un niño en los huesos, ya no nos provoca sorpresa.
Somos un
planeta de reyes y mendigos, pero no en la misma proporción.
Son las
debilidades de los seres humanos, que curiosamente se hacen invisibles y pasan
inadvertidas a nuestros ojos.
Neil Armstrong
había dicho al pisar el suelo lunar: “Un paso pequeño para un hombre, un salto
gigantesco para la humanidad”
¿Para la
humanidad?
¿Qué
humanidad?
¿Qué ha
cambiado en la humanidad desde aquella noche de 1969?
Sólo una
nueva percepción del cosmos.
La luna está acá cercana a nosotros, ante
nuestros ojos. Pero lo que se puede observar desde allí, desde ese suelo frío, es
la inmensidad total e indescriptible. Algo que supera la capacidad, la
inteligencia y los parámetros del hombre, algo que empequeñece nuestra raza de terrícolas
y de algún modo nos ubica en la verdadera dimensión.
Somos un
planeta invisible en el extremo de una galaxia, confinados en el espacio
inmenso, ignorados como náufragos en los oleajes del mar.
Es un
planeta aparentemente cálido de color azul donde nace crece se desarrolla y
muere la vida.
Esta vida a
la que nos ha enseñado a amar.
Y nuestra
limitación es extrema, caminando no podemos movernos más allá de unos cuantos
kilómetros. Seremos presa del hambre y de la sed.
Atados por
la fuerza de gravedad que nos impide despegarnos de este suelo, estamos en la
misma condición de plantas, animales y rocas.
Somos vulnerables
a los cambios climáticos que ninguno de nosotros puede controlar, y los recientes descubrimientos que nos ayudan a resistir la vida, la electricidad,
las energías, el agua el gas, son pequeñas cosas que nada significan cuando se
produce un caos.
La
desesperación viene y se hace patente cuando uno de estos descubrimientos del
hombre queda reducido a la nada.
Y poco
cuesta para eso, apenas un movimiento telúrico de ocho grados.
¿De que
puede servir una carretera moderna cuando las energías no funcionan?
¿Cuál sería
el destino del más avanzado computador si no tienes opción ni siquiera de
encenderlo?
¿De que
puede servirnos el progreso cuando por un pequeño detalle natural quedamos
desprovistos de lo que henos construido durante los siglos?
¿Qué podría
suceder con nuestra grandeza cuando las fuerzas cósmicas actúen?
Porque todo
vibra y todo se mueve.
¿Quién nos
liberará cuando nos afecten las pandemias que ya la historia ha registrado
tantas veces y de la que no seremos inmunes?
¿Quién
vendrá en tu auxilio cuando la noche y las tinieblas se manifiesten en
diferentes lugares del planeta?
¿Cómo
podrás vencer aquello si no tenemos el sentido de la hermandad y de que “todos
somos lo mismo”?
¿Quién
vendrá en tu ayuda cuando quedes expuesto a la vehemencia de la naturaleza
terrenal y de nada sirvan ninguno de los grandes adelantos de nuestra
civilización?
Los grandes
líderes mundiales hoy sólo se comunican a través de los medios y por tanto de
nada servirán sus palabras ni sus conceptos, ni sus ideas, porque no tendrían
como expresarlas.
Y serás un
hombre sólo en el universo contemplando las estrellas, esperando que desde allá
lejos alguien acuda a tu llamado y a tus angustias.
Somos seres
absolutamente limitados y vulnerables.
En nuestro
amado planeta todo se nos puede tornar hostil.
No hay
seguridad alguna para el hombre.
Y sin
embargo debo advertirte que la amenaza existe. Cerca o lejos de nosotros,
porque no hace mucho un meteoro causo un enorme impacto en la comunidad
mundial.
Días antes,
los científicos habían asegurado que todo fenómeno cósmico es predecible.
Alguien
podría decirme con justa razón que mis palabras son alarmistas.
Es verdad,
alguien debe dar la señal para evacuar el barco.
Alguien
toca la sirena para que los bomberos vayan a controlar un incendio.
Es urgente buscar un lenguaje nuevo que nos
permita al menos reaccionar como humanidad.
Es urgente
renunciar a la búsqueda del “negocio”, ya sabemos que el dinero lo trastocará
todo.
No es nada
fácil porque estamos llenos de barreras de todo tipo y la mayor de todas es
pensar que no necesitamos de los demás.
Es
pertinente meditar sobre nuestras limitaciones. Después de todo ya mucho hemos
hablado sobre nuestra grandeza.
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