1/7/13

ACERCA DE LA FRAGILIDAD Y LA DESPROTECCIÓN DEL HOMBRE.


Pareciera que somos grandes seres, dotados de lenguaje, inteligencia, pensamiento, organización y progreso.
De hecho, de muy pequeños se nos habla de esto, de la gran capacidad del hombre y de la creatividad sin límites que éste tiene para convivir en el planeta, de que somos seres pensantes y que nos diferenciamos de los animales, que la capacidad de progreso humano es casi infinito.
Eso es algo aparente y sólo nos enclaustra en  nuestro planeta y en  un rincón de este, donde se desarrolla el progreso y la organización.
Pero lo real es que somos seres extremadamente débiles indefensos y vulnerables.
No sólo en el aspecto de las diferencias individuales donde se manifiesta toda nuestra bajeza y toda nuestra mezquindad.
¿Alguien podría negar nuestro carácter de personas y seres que somos presa de la envidia, de la maledicencia, de la perversidad, de la ira del rencor, del egoísmo y de tantas conductas similares?
La historia nos ha hecho grandes y casi invencibles, se nos ha despojado de toda esta bajeza humana que nos acompaña los setenta u ochenta años que son los que la vida nos permite convivir con los animales y las plantas.
Y somos seres poderosos que según afirma la metafísica y la religión podríamos mover montañas y cambiar las leyes y los estados naturales. La fe, se nos ha enseñado, mueve las montañas, y la mente se nos ha transmitido, puede cambiarlo y transformarlo todo.
Sin embargo la corta historia humana de los últimos milenios ha ido de violencia en violencia de guerra en guerra.
Poco importa al cabo de algunos años los miles y millones de seres que por una u otra causa han sido exterminados.
Ayer los blancos cazaban y exterminaban a los negros.
La vida continua se nos dice y hay que mirar el futuro.
Somos desde el punto de vista de la organización política y social extremadamente volubles y débiles porque, so pretexto de los enfoques y las filosofías de la vida, ninguna tendencia ni postura de vida ha logrado sobrevivir.
Todo pasa tan rápidamente como la vida.
Son interminables las formas de vida y de organización que el hombre ha experimentado para tratar de vivir con cierto equilibrio en este planeta y aún así, lo que se denomina felicidad siempre está lejos.
La plenitud del hombre siempre es utopía.
El bienestar del hombre siempre ha sido algo relativo y en todas las generaciones hay quienes han vivido en la opulencia y quienes  han muerto en la miseria.
Somos seres muy limitados y no tendríamos ninguna capacidad para reaccionar a amenazas mayores. Fácilmente el descontrol se apodera de las personas y la seguridad que nos brinda Dios, se desmorona como arena.
Hoy nuestra civilización siente un orgullo particular, somos los habitantes del siglo XXI que han irrumpido en el planeta acortando las distancias a segundos. Pareciera que todo tiene respuesta y se nos dirá que el progreso una vez más no tiene límites ni fronteras. La ciencia y la tecnología solo avanzan y van dejando una estela de admiración y de sorpresa cada día. ¡Qué maravilla los avances de nuestro siglo! Nada se compara a lo que la humanidad ha logrado en menos de un siglo.
Sin embargo, como nunca, surgen las desigualdades económicas y sociales. Algunos líderes mundiales denuncian esto y todos nos consternamos por esta injusticia de la vida, pero esta inmensa preocupación sólo nos dura unos segundos porque la vida se ha construido de tal forma que nada parece ser importante.
Las desigualdades son entre pueblos ciudades y países. Son inmensas, tan inmensas como la civilización misma.
Las informaciones de la TV en este sentido, son dramáticas, pero sólo duran minutos o segundos porque prontamente las noticias más importantes tienen que ver con otros aspectos de la naturaleza humana.
La imagen de un niño en los huesos, ya no nos provoca sorpresa.
Somos un planeta de reyes y mendigos, pero no en la misma proporción.
Son las debilidades de los seres humanos, que curiosamente se hacen invisibles y pasan inadvertidas a nuestros ojos.
Neil Armstrong había dicho al pisar el suelo lunar: “Un paso pequeño para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad”
¿Para la humanidad?
¿Qué humanidad?
¿Qué ha cambiado en la humanidad desde aquella noche de 1969?
Sólo una nueva percepción del cosmos.
 La luna está acá cercana a nosotros, ante nuestros ojos. Pero lo que se puede observar desde allí, desde ese suelo frío, es la inmensidad total e indescriptible. Algo que supera la capacidad, la inteligencia y los parámetros del hombre, algo que empequeñece nuestra raza de terrícolas y de algún modo nos ubica en la verdadera dimensión.
Somos un planeta invisible en el extremo de una galaxia, confinados en el espacio inmenso, ignorados como náufragos en los oleajes del mar.
Es un planeta aparentemente cálido de color azul donde nace crece se desarrolla y muere la vida.
Esta vida a la que nos ha enseñado a amar.
Y nuestra limitación es extrema, caminando no podemos movernos más allá de unos cuantos kilómetros. Seremos presa del hambre y de la sed.
Atados por la fuerza de gravedad que nos impide despegarnos de este suelo, estamos en la misma condición de plantas, animales y rocas.
Somos vulnerables a los cambios climáticos que ninguno de nosotros puede controlar, y los  recientes descubrimientos  que nos ayudan a resistir la vida, la electricidad, las energías, el agua el gas, son pequeñas cosas que nada significan cuando se produce un caos.
La desesperación viene y se hace patente cuando uno de estos descubrimientos del hombre queda reducido a la nada.
Y poco cuesta para eso, apenas un movimiento telúrico de ocho grados.
¿De que puede servir una carretera moderna cuando las energías no funcionan?
¿Cuál sería el destino del más avanzado computador si no tienes opción ni siquiera de encenderlo?
¿De que puede servirnos el progreso cuando por un pequeño detalle natural quedamos desprovistos de lo que henos construido durante los siglos?
¿Qué podría suceder con nuestra grandeza cuando las fuerzas cósmicas actúen?
Porque todo vibra y todo se mueve.
¿Quién nos liberará cuando nos afecten las pandemias que ya la historia ha registrado tantas veces y de la que no seremos inmunes?
¿Quién vendrá en tu auxilio cuando la noche y las tinieblas se manifiesten en diferentes lugares del planeta?
¿Cómo podrás vencer aquello si no tenemos el sentido de la hermandad y de que “todos somos lo mismo”?
¿Quién vendrá en tu ayuda cuando quedes expuesto a la vehemencia de la naturaleza terrenal y de nada sirvan ninguno de los grandes adelantos de nuestra civilización?
Los grandes líderes mundiales hoy sólo se comunican a través de los medios y por tanto de nada servirán sus palabras ni sus  conceptos, ni sus ideas, porque no tendrían como expresarlas.
Y serás un hombre sólo en el universo contemplando las estrellas, esperando que desde allá lejos alguien acuda a tu llamado y a tus angustias.
Somos seres absolutamente limitados y vulnerables.
En nuestro amado planeta todo se nos puede tornar hostil.
No hay seguridad alguna para el hombre.
Y sin embargo debo advertirte que la amenaza existe. Cerca o lejos de nosotros, porque no hace mucho un meteoro causo un enorme impacto en la comunidad mundial.
Días antes, los científicos habían asegurado que todo fenómeno cósmico es predecible.
Alguien podría decirme con justa razón que mis palabras son alarmistas.
Es verdad, alguien debe dar la señal para evacuar el barco.
Alguien toca la sirena para que los bomberos vayan a controlar un incendio.
Es  urgente buscar un lenguaje nuevo que nos permita al menos reaccionar como humanidad.
Es urgente renunciar a la búsqueda del “negocio”, ya sabemos que el dinero lo trastocará todo.
No es nada fácil porque estamos llenos de barreras de todo tipo y la mayor de todas es pensar que no necesitamos de los demás.

Es pertinente meditar sobre nuestras limitaciones. Después de todo ya mucho hemos hablado sobre nuestra  grandeza.

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